Una década después de ser trasplantadas en las Islas Medas, colonias de coral rojo (Corallium rubrum) confiscadas a pescadores furtivos, no solo han sobrevivido, sino que se han consolidado como una comunidad robusta, casi idéntica a las originales. Así lo confirma un reciente estudio llevado a cabo por científicos de la Universidad de Barcelona (UB) y el Instituto de Ciencias del Mar (ICM).

Este hallazgo supone un paso importante en la restauración del coralígeno, un hábitat submarino esencial del Mediterráneo, caracterizado por la lentitud de su crecimiento y su gran biodiversidad. El coral rojo, joya biológica del fondo marino, ha estado gravemente amenazado por la pesca ilegal, incluso dentro de áreas protegidas.
Restauración en zonas clave del Mediterráneo
La intervención se realizó en el Parque Natural del Montgrí, las Islas Medas y el Baix Ter, a unos 18 metros de profundidad, en zonas de escasa afluencia humana y todavía poco afectadas por el cambio climático. Este entorno controlado ha permitido a las colonias trasplantadas establecerse con éxito y recuperar poco a poco su rol ecológico.
Un coral bajo presión: pesca ilegal y cambio climático
El coral rojo es especialmente vulnerable. Su crecimiento extremadamente lento complica la regeneración natural cuando sus poblaciones son dañadas. A esto se suma la presión del cambio climático: el aumento de la temperatura del agua y las olas de calor marinas han provocado una mortalidad notable en distintas especies del Mediterráneo, incluido el coral rojo.
Durante siglos, esta especie también ha sido explotada para la fabricación de joyería, lo que ha reducido drásticamente su presencia en zonas profundas y de difícil acceso.

¿Qué hace efectiva una restauración marina?
El estudio destaca que muchas acciones de restauración se evalúan únicamente a corto plazo, basándose en si los organismos trasplantados sobreviven en los primeros años. Sin embargo, este enfoque es insuficiente para especies longevas como el coral rojo, que puede vivir entre 50 y 100 años.
Los investigadores subrayan la necesidad de evaluaciones a largo plazo para comprender plenamente si la biodiversidad y los servicios ecosistémicos están siendo restaurados.
Restaurar sí, pero también proteger
Para que una restauración funcione, es crucial eliminar la causa que provocó la degradación. Y en el mar, debido al impacto global del cambio climático y otras actividades humanas, ya casi no existen zonas completamente libres de estrés ambiental.
Por eso, el estudio también señala la importancia de proteger eficazmente los ecosistemas marinos antes de intervenir, y de ampliar la escala de las acciones de restauración, que actualmente suelen tener un alcance limitado y un impacto reducido a nivel ecosistémico.

Un mensaje claro: la naturaleza responde si le damos una oportunidad
La recuperación del coral rojo en las Islas Medas no solo es una buena noticia para la biodiversidad mediterránea, sino también un recordatorio de que la restauración ecológica, cuando se hace bien, funciona.
Este tipo de estudios nos invitan a repensar nuestra relación con el mar, priorizando la conservación activa y sostenible de los ecosistemas, y apostando por proyectos a largo plazo que regeneren la vida marina desde sus cimientos.